Algo se quedó en suspenso,
en intervalos de silencio.
Ayer murió el alma,
hoy, el cuerpo.
Son demasiados, y demasiado
tristes, los años.
Mirad, si no, los destruidos,
los desasosegados,
los perturbables, quebrantados a cada
paso. Sus grilletes son bien visibles,
cuerpos arracimados en los ventanales
de alguna sucia estación de metro;
con un poco de suerte, quizás,
lejos del gentío que asombra y comete
adulterio inteligente.
Mi memoria es leve, frágil, asomada
como una estrella, al pozo de la ignominia.
Lucero hostil que quiebra la alborada.
Y hoy veo como nunca lo hice antes.
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