De puntillas y en equilibrio
me miro al espejo y me pregunto:
¿Por qué la gente llora?
¿Por qué cubre sus gritos?
¿Por qué el deseo no sale a jugar?
Por temor a equivocarme, replico:
¿Por qué no puedo ser buen padre?
¿Por qué amar duele tanto?
¿Por qué la paz sale a buscar la guerra?
El espejo me mira y me devuelve respuestas
que se multiplican hasta el infinito.