que no escribía nada.
Tras su primer amor
su verso enmudeció
Ni una sola palabra
a su esposa o sus hijas
a la primavera o la dicha
a la muerte o a la pena.
Nada.
Sólo una pregunta
en su mente rimaba:
¿Por qué yo no puedo amar
como los demás aman?
Cientos de amaneceres
sin respuesta,
cientos de noches
sin esperanza
pasando por la vida
fingiendo vivirla
en un santuario de nácar.
Hasta que apareció un día
una musa de fantasía
una inspiración celestial
en forma de dama.
Le inspiró varios sonetos
poemas, odas, canciones
al amor, la primavera
al bosque, a la flor y a la nada.
Volvió a su santuario
con el dolor tragado
y la resignación digerida,
pero orgulloso de amarla
y feliz de sentirla.