En silencio toma mi cuerpo,
Elevalo por lo alto del cielo,
A donde no sienta ni el hielo,
Para poder admirar el tiempo.
Dudas en mi generas,
De ellas jamás me liberas,
Me confundes y me dejas,
Por lo lejos de las laderas.
Pienso en los seres humanos,
Que en las noches rondan en vano,
Como lo hacen miles de africanos,
Pensando en lo bello y llano.
Mi alma se quebranta,
Y no sé por qué no se levanta,
Y al mirarse aprieta la garganta,
De sentirse firme como la planta.
Suspiro como un sacrilegio,
Entender lo raro del firmamento,
Que se fusiona con el viento,
Y rasga como un arpegio.
Las dudas son frecuentes,
Y las respuestas poco fervientes,
De cómo funcionan las fuentes,
Que de la vida nos hacen fuertes.
Palpo un instante de aquellos,
Como los que Dios hace tan bellos,
Plasmado en un desierto lleno de camellos,
Donde al final mi mano se toma de mis cabellos.
Y me pregunto sí algún día,
Llegará quizá al medio día,
La respuesta que tanto escondía,
A la duda con la que siempre vivía.