Tiene solo doce, se acerca a los trece
pero sin quemar todavía.
Fue en tiempos de libra cuando nació
y la pluma —en este preciso y tierno instante—
pinta un segundero que se derrama sobre Cáncer,
en las postrimerías de un junio soleado pero ventoso
y fresco todavía por las noches.
La recuerdo pequeña, con sus rasgos en la cara
todavía difuminados pero que prometían una belleza
no escandalosa, no, sino suave y tenue, como una brisa
que acompañara sin notarse un tranquilo día de playa,
esa que tanto gustaba de disfrutar en las riberas moribundas
del río Piedras, cerca del Rompido, en Huelva.
La recuerdo corriendo lodo abajo hacia la oscura orilla
de ese río, río costero y marchito de las olas y la consiguiente
limpieza que estas traen a las aguas; y los cangrejos por millares,
saliendo de sus escondrijos de agua y arena bajo las miradas
atónitas de los que allí estábamos y de ella, que le pirraba
sobremanera asustarlos sin nunca atreverse a prenderlos
por miedo a un salir de posible sangre de alguno de sus preciosos
dedos. La recuerdo...
Ahora, cerca en distancia física pero más alejada en lo que toca
al cariño porque el roce dejó paso al espacio, y con él al frío,
frío que trato que no llegue a gélido con algún mensaje de guasa,
con alguna conversación sin timbre pero sí con todo el calor
que cabe en la palabra —no me gustan los mensajes de voz.
Fotos en mi retina, el verano en casa de su abuela, sus rizos
que borboteaban sobre una espalda que entonces era rama
fina de naciente arbusto y hoy es tronco recio, roble intenso
y marmóreo, casi alcanza mi altura...
Sí, la recuerdo, menos a sus hermanos; será porque la mirada
de un padre no puede sustraerse al imán del sexo, ese instinto
que un ser increado puso sobre nuestras copas para prorrogar
una especie que insiste en su suicidio.
Al son de estas notas de Satie que envuelven un aire que
a su vez llena la atmósfera de mi composición, me dejo
teclear como si mis dedos fueran cálamo antiguo, emplumado
e histórico, como tantos que fueron y que siguen siendo...
P.S. Prometo que la próxima será poesía —que es lo difícil—.