Soplaban brisas de mayo,
la rosa se abría en flor
y en la mañana brillaba
el canto del ruiseñor,
se despertaban los campos,
mientras dormía el amor
entre frutales y pinos
bajo el aliento del sol.
Yo amanecia en sus brazos,
desnudo, piel sobre piel,
eran sus ojos luceros
sus labios, copos de miel.
Un día llamó a mi a mi puerta,
puerta que en par se le abrió,
no dijo nunca quien era
-nadie se lo preguntó-
Y se hizo un hueco en mi lecho
prendió una hoguera en mi hogar
y dio color a mi vida
y luz a mi oscuridad.
Una mañana, la verja
tras de sus pasos cerró
no hubo lamentos ni ofensas
como llegó, se alejó.
Hoy sopla un cierzo de Enero
y ya no queda una flor,
en la ventana retumba
de la ventisca, el clamor.
Yertos dormitan los campos
y en ellos yace mi amor
entre zarzales y abrojos
que el vendabal arrancó.
Pero no cierro mi puerta
y sueño que al despertar
me la reencuentro en mis brazos
desnuda como una flor
y entre sus petalos tiernos
vuelvo a encontrar el amor
y sueño y sigo soñando
pero al llegar la alborada
mi lecho es un mausoleo
y mis sábanas, mortajas.