Tú eres una diosa
apostada sobre el flanco
de aquel lienzo de muralla.
Eres una diosa que me mira,
sabes que he de disparar
un dardo de muerte,
sabes y sé que eres la valedora
de la resistencia teucra,
debo darte muerte
si quiero que Ilión
sea historia, no presente.
Eres una diosa sobre un sofá
de lujuria, de tersa seda roja
sobre labios que burbujean
como corazones sin ritmo.
Eres la reina de la noche,
entre algodones de nácar,
entre amigos que acechan
la debilidad de tu carne.
Eres concupiscencia
y yo martirio, inseguridad
e infierno que se cuece.
Eres sonrisa, alegría, vida,
vitalidad y pulsión, y yo,
¿Yo qué soy?
Soy un yo que se conjuga
en segunda persona,
o en tercera cuando tu ausencia
es ambrosía de los dioses.
Eres tentación, belleza
que se desliza pierna arriba,
hacia un monte que te dio
existencia y lumbre.
Yo inseguridad, posesión
sin pertenencia, obsesión,
temeridad sin toro ni estoque.
Tú eres, pero ¿Qué eres si eres esto?
Yo me voy, te dejo herida de muerte
en la arena de una guerra
que no es coso ni plaza,
sí es camposanto y hierba
que trasluce la marisma
y su desembocadura.
Eres viento y yo aire comprimido.