A las seis horas y catorce minutos
entró triunfal la primavera,
según lo programado.
Llegó vestida con un manto de nieve
que solo pudo ver la gente que madruga.
En ese mismo instante
mi corazón quedó expropiado,
reducto de la última brigada
de brumas invernales.
El aura de todos sus objetos cotidianos
se fue al exilio
y su recuerdo quedó inerte
como pecio de un naufragio repentino.
Miguel Herrero Villavieja
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