He amanecido con el amor de siempre
por esos pequeños cuerpos
de altas alturas
de ojos llenos
de distancia
y de abrazos
hechos corazones.
He amanecido entre el desayuno y el patio
recibiendo al Sol
y la luz del tiempo
contemplando el limonero
viajero de tantos sueños.
He amanecido entre mi yo y mis huesos
entre mi piel y recuerdos
envuelto en imágenes
diáfanas y puras
como el agua
que algunas vez acariciaron.
He amanecido entre el murmullo de la vieja casa
su sala y sus voces
las cálidas perezosas
llenas de cuentos y cariños
entre la mesa
siempre servida
y los cantos
del eterno ruiseñor.
He amanecido con el amor de siempre
como el niño
de aquellos años
con la sonrisa plena de cielo
refugiado en las manos fuertes
de mi Padre
nutriéndome de la savia tierna
de mi Madre.