Por Marta Fernàh
Veo tu pelo más negro
cuando estás apoyado sobre mi pecho.
Acerco mi mano
y la sumerjo,
se te pegan algunos pelos en el cuello,
es porque sudas mucho,
después del sexo.
Me giro y nos veo en el espejo,
imagen perfecta,
que no es tangible hasta la fecha;
A veces sueño
con quedarnos sin salida en este momento.
Yo tumbada,
y tú, usándome como cama,
estás encima mío.
Tan indefenso, casi, como un niño.
Quiero decirte algo bello.
Que me gusta, por ejemplo,
el lunar de tu brazo izquierdo.
El techo está cubierto,
pero yo aún tiemblo.
No hace frío, ni tu cuerpo es hielo.
Pero se me eriza la piel,
y ni si quiera la desnudez
Es capaz de calentarme
siendo dos amantes
encerrados en este martes.
En el dormitorio
-o en este chalet-
que es tan grande
En alguna de las habitaciones
o balcones
debe haber al menos,
tiradas por el suelo
o en cajones
unas pocas -o locas- ganas
no solo de comerme y atragantarte...
sino también de amarme.
Pero no las hemos encontrado.
Y si hay que buscarlas,
debería salir de la cama,
y dejarte aquí tirado.
Y sabes que siempre insisto
en quedarme a tu lado.
Asimismo,
quiero evitar
a ti despertar
porque
Te has dormido.
Y sé
Que hoy
no soñarás
conmigo.