Caminaba un hombre joven por un camino oscuro.
Se le acercó un hombre viejo y le interrogó sobre el futuro:
¿Qué puedes tú decirme de lo que a mí me espera?
¿Podrías demostrarme si hay vida cuando muera?
El joven, pensativo, miró al viejo fijamente:
¿Cómo puedo responderte, si aún yo no me muero?
¡Eres tú quien está más cerca de la muerte, amigo mio!
Descubrirás, antes que yo, lo que me preguntas hoy.
Siéntate a la orilla del camino, hasta que la muerte te sorprenda.
Yo pasaré en años y tú tendrás la respuesta.
Si hay vida tras la muerte, el día que yo he de morir...
pasaré por este mismo sitio y tú me sabrás responder,
de antemano sabré que si no hay mensaje, es porque en la tumba
hasta el alma se convierte en polvo.
Pasaron muchos años... tantos, y el joven envejeció.
Y el día de su muerte, al sitio acordado... acudió.
Grande fue su sorpresa al encontrar al mismo viejo... allí,
mucho más viejo que antes, y con más miedo de morir.
Y el más viejo así habló: Viejo amigo mío, aquí he estado sentado
esperando a que llegaras tú; he tenido tanto miedo
que no he podido morir. Mejor averigua tú, lo que yo te preguntaba ayer.
Yo tuve miedo de morir y no poder responder.
¡Mejor nos morimos juntos, y que nadie espere mensajes...
por si no se puede volver!
xE.C.