Jose Luis Posa Lozano

SUEÑO DE AMOR

 

Acababa de cumplir 17 años, trabajaba en Discolibro, una distribuidora similar al “Círculo de lectores”. Hacia una semana que nos habían prohibido encuestar por la calle y ahora nos dedicábamos a la “puerta fría” ofreciendo libros y discos a jubilados y amas de casa, pateando escaleras y apretando timbres que solo respondían con portazos. Estaba desaminado aquel día, a mi grupo le había tocado la zona “Sarriá-San Gervasio”, un barrio residencial de clase alta, donde era muy difícil sortear a los conserjes y más aún colocar suscripciones. Fui vigilando porterías hasta que encontré una en la que no estaba el portero, me colé rápidamente y subí al ático, salí del ascensor y llamé al timbre. Noté como alguien atisbaba por la mirilla, al cabo de unos segundos la puerta se abrió y apareció una mujer alta, rubia, de unos cuarenta y tantos años. Iba enfundada en un albornoz blanco y me recibió con una sonrisa, yo estaba cortado y apenas acerté a balbucear. –Estamos haciendo una encuesta…- -Siento recibirte así- me dijo, el servicio tiene el día libre, y mi marido está de viaje, acabo de tomar un baño, pasa y ya te atenderé yo misma- . La seguí por el pasillo y desembocamos en una cocina enorme. –Estaba desayunando, ¿has probado marrón glacé?- me dijo mientras me partía un trozo con los dientes.. El albornoz se abrió por un momento y dejó entrever un cuerpo maduro e intenso, los senos pugnaban por escapar de su incipiente prisión. -Mira, aprovecho que estás aquí para que me asesores sobre música, se nota que eres un experto- . Me tomó de la mano y me acompañó a un salón dominado por un carísimo equipo de Alta fidelidad. Pinchó \"El sueño de amor\" de Liszt, y sin dejarme contestar, me llevó hacia el dormitorio. - Siéntate en la cama, se escucha mucho mejor- En ese momento, su albornoz se deslizó hacia el suelo dejando al descubierto un cuerpo afrutado, maduro y fragante como una guayaba. Me quedé mudo, no sabía por dónde escapar. -¿Es la primera vez verdad?- y sin decir nada, me fue desnudando poco a poco. Nunca había sentido nada así, creí estar soñando, cuando sus manos bajaron lentamente mis slips, creí morir. –No está nada mal, me dijo con una sonrisa, acariciando el mástil, que amenazaba con reventar. Túmbate en la cama y cierra los ojos, no los abras hasta que yo te diga. Me tendí en el lecho y cerré los ojos, de repente sentí sobre mi boca un aroma cálido, húmedo y un suavísimo terciopelo que me acariciaba los labios. Abrí los ojos y apenas pude ver sus poderosos muslos y su vientre dominando mi cara. – Solo tienes que libar de mi flor, nunca has comido nada igual-. Deslicé mi lengua entre sus pétalos y ella empezó a moverse de arriba abajo lentamente y a proferir unos suaves suspiros, noté que todo yo me venía abajo y me despeñé como un torrente… la miré avergonzado. –No pasa nada cariño, a tu edad, eso tiene fácil remedio, y acarició mi niño de arriba abajo con su lengua. Cuando lo introdujo en su boca y lo lamió con dulzura creí morir de placer. – Ahora aguantarás mucho más, - y poniéndose a horcadas sobre mí, comenzó a cabalgarme lentamente, sus pechos aleteaban como blancas palomas a punto de levantar el vuelo, fue aumentando el ritmo poco a poco. No sé cuánto duró aquello, de repente lanzó un suspiro largo e intenso y me galopó con furia, yo sentí que mi cuerpo se fundía en una corriente de lava y perdí el conocimiento. Cuando desperté estaba solo, la busqué por toda la casa, pero no pude encontrarla, me lavé en el bidé como pude, me vestí en un instante y escapé escaleras abajo, no se lo conté a nadie, ni siquiera a mi mejor amigo. Toda la semana estuve esperando a que llegara el jueves para volver a visitarla, soñaba con ella y varias noches manché mis sabanas con su recuerdo. Llegó el día y me acerqué con sigilo al portal, cuando estaba abriendo la puerta del ascensor, sentí una voz a mi espalda. -¿A dónde va, caballero?. –Al ático, respondí titubeando. -¿Al ático? , pero si no vive nadie. Si, respondí, una señora rubia … -Esta Ud loco me interrumpió, la señora murió hace seis meses. -¿Cómo dice?- pregunte incrédulo- -Salió en todos los periódicos, se enamoró locamente de un hombre mucho más joven, cuando este la abandonó no pudo soportarlo y se arrojó por la terraza. Salí corriendo sin contestar y durante una semana me encerré en casa, no hacía más que pensar en ella, todas las noches se me aparecía en sueños envuelta en su albornoz y hacíamos el amor con locura. Perdí el interés por todo, adelgacé cuatro kilos en unos días. Solo esperaba la llegada de la noche para tenerla entre mis brazos y amarla con una pasión desesperada. Una noche no apareció, estuve esperándola durante horas, pero al final me rindió Morfeo, cuando desperté me encontré sobre la mesita de noche un retazo de albornoz blanco y un pergamino con la partitura de “Sueño de amor” me lo llevé a los labios y un perfume inolvidable me inundo el alma, sin lugar a duda aquel aroma, era su aroma. Nunca regresó a mi lecho, pero un día, cuando me atreví a pasar de nuevo por su casa, vi como una enredadera de jazmines perfumaba su terraza y comprendí que ella, habia regresado para siempre a su hogar.