Es la calma que serena
cuando silban los murmullos
de los crespos de las ondas
al fundirse con las brisas.
Y es la histérica inquietud
del empuje de las aguas,
al romper el oleaje
con el grito de los vientos.
Es el brillo interminable
del reflejo de los astros,
del dorado de los soles,
del argento de las lunas.
El narcótico vaivén
que adormece y que te mece,
o la cólera furiosa
con que estallan las mareas.
Es la eterna inmensidad
del abismo colosal,
la profunda infinidad
de ese enigma que es el mar.