Otra de esas noches en mi balcón, perfeccionando aquella vida que se alejó. Mis pensamientos siempre interrumpidos, con el día a día que nunca me busca un asilo. Mi vista escala más grande que el paisaje que me hace compañía, después de aquellos árboles y aquellas casas, recorre infinitas millas. Mi dolor empieza entregarme el más allá de lo que una vez fui, y mi alegría me entierra a lo más profundo por dejarla de vivir. Cuanto te amo y, cuanto te extraño, sería mi auténtico resultado, porque agregando mi dolor y mi alegría, la ecuación siempre termina con tu falta siendo la formula pérdida. Tu falta es tan notable, que insisto de tirarme al vacío para reunirme contigo. Me hacen falta tus besos, tu calor y tu compañía, significando que soy una alma perdida. Eras mi apoyo y mi felicidad, aquello que por siempre me acompaño en mi debilidad. Te he amado antes de nuestra boda, y te he extrañado en tu momento de dormir, por ser tan insistente en que te quedes para mí.
Tu aroma de tu piel es tan conocible, que lo ilustro como mi estilo de fragancia apasionada e irresistible. Tu presencia hace un toque de magia a lo simple e ideal, ya que en solo calentar la comida del otro día, le das más sabor que a lo recientemente cocido. Tu voz y tú carcajadas hacían de mi personalidad el más hermoso y amado. Extraño que me ames, sin tu presencia mi piel y corazón enfrían más allá del severo ártico. Al mirar las nubes negras que reflejan una tormenta que se aproxima, en vez la defino como la señal de volar y terminar mi vida. Me levanto de la silla, e involucro mi mirada hacia el vacío, y es cuando determino que hoy es el día. Mis lágrimas comienzan nuevamente a adornar mis mejillas, y mi sonrisa encantadora invierte en tu encuentro en la otra vida. De repente una luz hace su reflejo en la esquina de mi balcón, y al apagarse me encuentro con una presencia divina y de pura adoración.
El amor de mi vida, me hace compañía, con su pelo lacio marrón oscuro, y sus labios rosados como flor del campo, inclina su cariñosa mirada como preparada para recibirme en sus brazos. Me mira con mirada de consuelo, y me dice... Me acompañas?... Si mi amor, con corazón abierto le respondo con toda emoción. Esta vez se acerca más ami, y con voz dulce y amorosa me dice... Me acompañan?... En ese momento la miro con una duda expresión, que se aclara cuando la voz de mi pequeño hijo se escucha desde la habitación... Papi, tengo miedo, no puedo dormir. En ese momento mi amada extiende su mano hacia mí, invitándome a partir a mi fin. Empiezo a retroceder hacia atrás, y más me alejo de lo que mi vida niega dejar. Su presencia se apaga en el más allá, y es cuando su sonrisa me entrega la paz. Con voz de dolor y vibra de arrepentimiento le recito... Adiós amor mío, Adiós yo te lo pido, porque hoy mañana y siempre, estaremos contigo.