Hoy, cuando te asomes en el balcón
Y la luna se sienta inmunda,
Inquiétala con estas preguntas
Y que te responda de corazón:
¿De qué se nutre él
Para culminar sus días?
¿Cómo ha sido la sequía
Sin sus aguas de placer?
¿Qué nombre lleva el llanto
Que derrama de madrugada?
¿Por qué agacha la mirada
Cuando romántico es el canto?
¿Por qué deshoja las flores
Que nacen en su jardín?
¿Por qué le ha puesto fin
A sus días de colores?
¿Cómo enfrenta él
El tiempo despiadado?
¿Por qué no prueba bocado?
¿Por qué no ha de entender?
¿Por qué a su almohada se aferra
Como silencio a la madrugada?
¿Por qué su boca callada?
¿Por qué su alma se cierra?
¿Por qué su pensar desterrado
No le permite estar presente?
¿Por qué su paso ferviente
Por la vida ha caducado?
¿A quién muerde los labios
Con puñados de fantasía?
¿Por qué esa inmensa agonía?
¿Por qué ese inmenso resabio?
¿Cuál es ese sema inherente
Para todos sus sustantivos?
¿Por qué su andar colorido
Hoy se ha vuelto transparente?
¿A quién acomoda, serena,
En noches de “si estuviera”?
¿Cuál es la razón verdadera
De sus caos y de sus penas?
Pregúntale a la luna, allí,
En ese balcón que te acrecienta
Y verás que sus respuestas
Giran todas en torno a ti.