En un desierto imaginado
Había un espejo invisible
Y, aquel día,
Qué había sido profetizado en el Gran Libro
El caminante eterno lo encontró,
y
Al ver su cara, reflejada en aquel espejo
Supo, para siempre, que su destino
Estaba escrito, con Sal, Amor y Sangre
Pero al mirar al cielo
El ardiente Sol, como era de esperar,
Lo quemó.
Y, de él, nada quedó.
Ni siquiera su recuerdo,
Ni siquiera el recuerdo, del recuerdo, del recuerdo...
Ni siquiera la posibilidad de imaginar aquella historia
y comunicarla por un lenguaje recto,
Hay camino que al hombre le parece derecho, Pero al final es camino de muerte. Proverbios 16\'25