Raiza N. Jiménez E.

Ser Como Las Mariposas.-

Hurto el tiempo a las mariposas para volar

y danzar con desenfrenado baile a la muerte.

Nunca Dios me prodigó la compasiva suerte

de verlas vivir in extenso y en suspiros danzar.

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Capullos en flor, orugas pasajeras que habitan

el dulce susurro que deja la corriente a su paso.

Así quisiera yo, vivir el amor, más allá del ocaso.

Danzando con la luz mientras sus alas agitan.

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Hermosísimo es el dulce despertar de las polillas,

Las vemos, pero no se ve el ocaso de esas vidas.

Sus alas se agitan y una crisálida da la bienvenida.

Emergió y hela allí, viviente, colgada de una rejilla.

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Ataviada con sus frágiles alas vuela el cálido espacio.

Surca delirante y agitada, los lugares sisando al viento.

La mueve el impulso y, amplía sus alas, con más aliento.

Así va, circulando junto al Sol que, se torna, un topacio.

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En el jardín de la vida encontramos muchas alas rotas.

Y la triste esperanza que muere en minutos y en días.

Nada maravillosa es la espera cuando las penas expías.

Las lágrimas caen sueltas al piso; como las perlas rotas.

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Qué milagrosa es la corta estadía de la lábil mariposa.

Nadie la ve nacer, nadie la ve morir, pero sí, elevarse.

Va con la brisa y en un ritual de baile quiere marchase.

Ríe y se detiene a sorber el néctar de olorosas rosas.

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La hechizada, suele ser frágil y dúctil como la oruga.

Se desplaza temerosa en las cercanías de lo amado.

Si el amor se tallara por lo que, con él, se ha logrado;

alada la muerte, trenzaría traje negro, para la fuga.

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¡Si te sabes Mariposa, ponle sal y colorido a tus alas

y que nadie mate tu gozo, mientras tu alma acicalas!