La muerte de las ovejas sustraídas
a los teucros granjeó a Ajax
el descanso de su venganza.
Ante la capitulación de Aquiles, Ajax se concedía la pertenencia
de sus armas por los servicios prestados en Ilión, aunque
a la postre pasaron al astuto Ulises.
Atenea, patrona de los aqueos, dispuso un velo
de protección sobre sus tropas nublando
la mente de Ajax y haciéndole creer que
la emprendía contra sus malvados conmilitones.
Cuando la diosa le devolvió el juicio se hallaba
vengado y pretendiendo que lo obrado era
un sacrificio para los dioses.
La venganza dicen —recuerda—
siempre se sirve en plato frío.
Tu rabia noche oscura, velo
sobre un hermoso rostro,
tu rabia levantó tus pestillos
y los hizo cancerbero inútil
de tus desvelos, me clavaste...
Fue de noche, el alba lejos todavía,
en el sueño que finaliza la frase
de un amor hecho en despedida.
Te enteraste, la víspera, malas lenguas,
engaño entre sábanas frías,
calor que se posó necesario
encima de la desdicha, no eras ya...
Sigilo todo lo puse, suficiente no fue
ante los rumores que como olas
insondables van y vuelven.
Discreción no conseguí, me clavaste..
y el alma gritó el canto del cisne,
un estanque lleno de hojas marchitas,
se acerca un otoño sin árboles,
sin crepúsculo, solo campiña abierta
y seca al horizonte, me clavaste.
Te faltó rematarme, el amor cual Atenea
te paró el prender de tus dedos sobre
un acero incandescente y tétrico.
Sobreviví a tu tempestad, te diste muerte,
no soportaste el abajamiento de tu yo.
Siempre amarte, cruzando la laguna Estigia
para posarme a tu lado y explicarte,
no llegué al atrevimiento de Orfeo,
no quise más eurídices que amenacen
mi libre estancia entre estos peñascos.
Sigue ahí, en mi recuerdo.