Caramelo de Ricina

Corán

Dos mil veinte.

Me reencontré con tus lugares tal como los dejé

cuando me dejaste.

Me trajeron a ciegas, en primera clase 

a la línea de fuego entre el pasado y el futuro.

 

Debo admitir que te reconocí por el frío.

 

Más tarde me di cuenta que deshabitaste todos los lugares mientras el amarillo se comía al verde,

que el otoño nos sepultó, 

que te marchaste detrás de mí.

 

Dos mil dieciséis.

Borges diría que fui camello y vos Mahoma.

Tan cotidiana en tu realidad

que te resulté invisible.

Solté el alma con un mensaje que nunca leíste:

\"No me devuelvas\". 

 

\"Camila\", tachaste. \"Camila, te amo demasiado\". 

 

Dos mil diecisiete. 

Durante la madrugada, 

tu libertad irrumpió en la habitación y

desmintió a mis manos

que surfeaban en un pecho, 

más mío, menos suyo. 

Patético. 

¿Y vos? Vos estrenabas sonrisa. 

 

Dos mil veintiuno. 

Si pudiera elegir una muerte, 

sin dudas, 

te besaría.