De pronto, el mar, se queda sin verbos
para decirte, en el silencio mantenido,
que sólo quiero envolverte en el azul
que descansa en la línea del cielo.
Y mis manos, que anidan en tu primavera,
son olas que acarician tu vientre desnudo
en una maniobra de palabras y temblores,
cuyo dogmatismo es un canto infinito.
Vertí por una gota de sangre, lágrima viva,
pero encontré mi corazón latiendo
hacia la vertiente luminosa de tu abismo.
Todo es mar bravío,
caballo que se encabrita
y se hunde en mi desvarío.
Y recorro tus pasos por la arena.
y en la noche,
cantan en mí alma,
los luceros del alba.