Fernando Endara

ALBORADA

Con el susurro de la huida,   

la noche se quitó su vestidura,

el lucero acompasó la veleta de los trigos,
el infinito se tiño de poesías trenzadas.


El centello de la vía láctea,
abrió paso a las hadas pedidas,
sumergiéndolo más allá del  universo,

convirtiéndolo en aguas mortales.


Desde cualquier lugar se percibe  un aroma sagrado,

seguro un romero mezclado de ilusiones,

lleno de sublimes y humildes pensamientos,

fluye sin duda un sonido celestial.


Todos los sueños me roletean hasta el mar, 

entro de pronto en galerías del gusto por la inspiración,

con mi alma acuchillada de odas y voces,

ahora puedo ejercer en el mundo olas de plata.