Esa maravilla de cerrar los ojos
a las afueras oriundas del descanso
en la víspera del horizonte rojo,
amplio, fresco, uniforme, puro.
No importa el pasto o el trueno,
al cerrar las persianas a tiempo
concurren la paz de la serranía,
del silencio y su brisa bendita.
Y el lienzo se llena de sombras,
a trasluz, conocidas y oportunas,
que prolongan quietudes y agonías.
Luego la eternidad se agota
ante el lento paso del amanecer,
velado, tras un alma ayer rota.
Martin Blythe
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