Silencio. Apenas
un cobertor de ruidos
que la noche esparce.
Milagrosamente, escucho,
casi, la ausencia de la fuente,
allí abajo, intentando mirarme
de frente; como cuando era niño.
Y también, los ruidos centrales
de la larga maquinaria de telares
olvidados y de escuetos manjares,
dispuestos sobre la mesa.
¡Infancia terrible, domesticada
hasta llegar al fondo!
Nunca supe comprometerme
del todo con el futuro, siempre anduve
metido entre tus faldas.
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