Igual que la luz iridiscente de las estrellas. La miro girar en círculo persiguiendo su cola. ¡Qué bonita mi Gatita!
Y detrás de mis alas se evaden los recuerdos, que un día fueron espinas, fueron cadenas. Los veo lejos de mí, volar más allá del féretro obscuro de sus raíces. En fin, la manía de desgajar suspiros bajo la tenue luz de esta noche incierta.
La fuerza del viento rasga mi túnica, exhibiendo el ímpetu delicado del manojo de versos que llevo dentro. Nada saben los ángeles del dolor de las almas rotas. Nada del amor tras bambalinas. Una hoja blanca y la tinta en el tintero hacen del corazón una llama ardiente, una llama penitente.
¡Nada que hacer! El alma pinta sobre el espejo su clamor convertido en letras y el aire nocturno las esparce en el firmamento. Es fácil robar palabras al viento. Es fácil pintar sobre los lamentos.
En esta luz que no me pertenece, la veo dar vueltas en círculos buscando su sombra. Sale y se esconde bajo la farola celestial. Va en busca de Micifuz mi hermoso gato blanco, que cada tanto baja del cielo a la tierra a escuchar mis pedimentos.
Luz Marina Méndez Carrillo/11072021/ Derechos de autor registrados.
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