No
no hay armas en nuestras manos
no hay tiros
no hay balas.
Las heridas de mis abuelos
las que heredaron mis padres
y a su vez ellos me heredaron,
han florecido.
Ya no se apunta al hermano
que piensa distinto
ya no vamos a la montaña
a morir.
Hoy bailamos en las manifestaciones
cantamos, lloramos, leemos
nos compartimos el agua.
Hemos enterrado las balas
y hacemos revolución con las flores.