Danny McGee

LA NOCHE QUE NO FUISTE UN BESO.

LA NOCHE QUE NO FUISTE UN BESO.

A nosotros nos llamó el amor por una ventana, y la misma noche le soltamos todo a las estrellas: el cruce de miradas, los besos que no nos dimos y tantas fantasías que no llegaron a ser recuerdos.
Se hubiera construido el camino más quimérico, o simplemente un sendero que brevemente podría haber hecho que soñaramos la dicha, para que después nuestras sonrisas bordaran un porvenir.
Sin embargo, no fue así. Y así no fue simplemente porque ambos dejamos escapar todo una noche (la noche que los astros parecían dibujarnos y dejar en su paisaje nuestros nombres amarrados).
¿Me hubieras besado? No lo creo. Tal vez yo sí lo hubiera hecho; tal vez en un intento, pero de qué sirve afirmar eso: nos miramos, nos reímos, y ninguno intentó nada para hallarnos en un beso.
Nos pusimos un escudo, o quizás una barrara de esas que no existen y que suelen detenernos en el más crucial de los segundos, en ese instante breve que gira todo en una vida y que nunca te perdona por no haber dado aquel paso.
Me arrepiento. Al menos yo en la noche te dibujo en las estrellas como la mujer que debí amar, y me trato de cobarde en segundos y silencio, quizás como queriendo no culparte a ti de nada.
¿Y si te hubiera dado un beso?. Sólo uno... uno nada más. A lo mejor hubiera sido uno entre tantos miles que construyeran el camino. No lo sé. Me equivoqué. Quizás, por mi duda infame, acabé con las auroras de los dos en una noche.
Es verdad. La noche no fuiste un beso sino sólo una sonrisa, yo pasé a ser una lágrima de por vida hacia la muerte y tú al infeliz recuerdo de este hombre infantil y tonto.

...Y hoy que llego a la mañana donde puede haber tenido tu beso al despertar, veo por la ventana y me enfrento con el frío al saber que tú no estás... 
Tú... tú no estás, y sí está el cruel vacío de mi hiriente soledad.