I
El Dios que yo concibo
no es Dios que en estos versos
pueda ser discernido...
Es Dios que los poetas, escritores
y sabios mil veces intentaron,
con falsos silogismos
encerrar en sus libros;
que en vano presurosos
quisieron con sus artes darlo por definido.
II
El Dios que yo concibo
no es Aquel que la ciencia
quisiera reducirlo
con signos y figuras,
con símbolos finitos,
necias lucubraciones.
inútiles caprichos...
Este Dios no se encuentra
en precarias probetas
ni en teoremas vacios.
III
El Dios que yo concibo
no es huesped de concilios
de necios hombrecitos
que infatuados pretenden
meterlo en el bolsillo
de sus vanas creencias...
El Dios que yo concibo
es El mismo la Ciencia,
la Luz, la Vida, el Todo...
Del Cosmos la Conciencia...
IV
El Dios que yo concibo
es ajeno a los dogmas
y detesta los ritos
de los que torpemente
se atan a formalismos
carentes de sustancia,
anémicos simplismos,
pobres razonamientos,
piadosos aspavientos,
torvo fariseísmo...
V
El Dios que yo concibo
es Dios de las mañanas,
de la flor, de la brisa...
Es el Dios que descubro
cuando voy por la calle,
es el rostro de un niño;
en la voz de la madre
que lo llena de besos,
que lo colma de mimos...
Ese es el Dios que admiro!!
VI
El Dios que yo concibo
puedo verlo en las almas
unidas en su idilio;
en la palabra tierna,
en la sonrisa cálida,
en la mirada dulce
de los que se han jurado,
franqueando mil peligros,
fidelidad eterna,
santo compañerismo...
VII
El Dios que yo concibo
es Aquel que encarnado
en un tierno niñito
nos visitó del cielo,
se hizo nuestro vecino,
anduvo entre nosotros,
nos dió su pan y vino,
y al final de sus días
(muy cortos y sufridos)
murió por redimirnos.
VIII
El Dios que yo concibo
es también el que vuelve
(aunque nunca se ha ido)
por su grey esparcida,
su pueblo redimido;
es el Dios del relámpago,
del trueno estremecido,
que al hombre infiel persuade,
con su palabra suave,
melífico silbido...
Tal es el Dios Eterno,
el Dios que yo concibo.
R. Gruger/revisado por G. Feliz
Soli Deo Glori / 1987