Cómo no asumirte, Tarambana,
si eres igual en la plácida tarde
como en la inhóspita mañana.
No pareces nada al astro desigual
que hoy luce pleno y eclipsa después.
Cómo no asumirte, Tarambana,
emérito juglar de la lívida noche
si en tu neutra bohemia campana
del ocre suelo en pedregal rodado
levantas hasta la ínfima blasfemia.
Cómo no asumirte, Tarambana,
glotón de paleos pecados capitales
gurí purificado sin confesión insana
cuando tu último caramelo carmesí
lo regalas al niño de los ojos pardos.
Cómo no asumirte, Tarambana,
si apenas escapé a destino análogo,
no así los hijos de latas en la villa ruana,
la madre anoréxica de sosias previsibles,
mínimos salvos, fugitivos de fetales lamentos.
Vicario bendito de un misterio, Tarambana,
desafiante de hipótesis, teorías hereditarias
y de selectiva hegemonía de casta darviniana ,
luces muy cautivante cantando como Gardel.
Sea tu esfinge en Tormes ¡con otros lazarillos!