Hiver

Después del amor

Después del amor

 

Cuéntame amor de tus noches solitarias;

de los cisnes que bajan por tus senos, cantando,

en sus ángeles dormidos.

Dime por qué tus pezones han cerrado sus labios

y los viejos molinos ya no cantan

sus canciones de vientos y de espigas.

Es así después del amor,

un diluirse en ti misma en mariposas sin alas…

Cuéntame amor :

hacia donde vuelan tus manos

cuando solo te quedas sentada en tu sombra

y la loba de tu alma,

aúlla de soles nocturnos el páramo de tu sangre.

Dónde escondió Gein, la piel de tus pálidos recuerdos…

Pequeña mía, los esquejes de la memoria

son inmanumisas cadenas que nos atan;

tú no sabes cómo puede herir una gota

en el fondo de una flama;

los bebedores de absenta lo saben.

No hay trashumancia en el corazón;

jamás verá el cielo al otro lado de la carne.

En la oscuridad solo el absoluto florece.

Esta laguna no es más que una eterna tempestad.

No huirás más allá de tu cerebro, y tus ojos,

más allá del útero de las estrellas.

Tu sangre ahora se sienta en otra mesa y tú lo sabes,

lo sabes amor,

porque la nieve echó raíces en el fondo de tu cráneo;

porque Edvard puso un grito en tu mirada.

Al final todos nos vamos, como el amor,

innevados al final de nuestro ciclo,

ajustando de nuevo nuestras células a la flor de la miseria.

La noche es una red de espejos

que se abren para mirarnos.

 Intangíblame amor, para el terror de no poder volver.

Hoy, cuando los espectros polares huían de tus manos,

y el beso buscaba el labio rendido de tu cuello…

vi de nuevo,

la siniestra gema del amor afirmada a tus ventanas.

 

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