CAMINATA HACIA EL ÚLTIMO INVIERNO.
Cae la lluvia. Caminamos. Hay paraguas para dos. Hay un beso. Un sueño entre dos almas. El invierno. Tu sonrisa. Nuestras manos enlazadas. Y yo busco tus pupilas para ampliar la caminata.
¿Me amas?
Otro beso. Seguimos por la calle. Otro sueño. Caminamos hasta el parque mientras sopla un poco el viento.
-¡Te amo!
Nos cubre el invierno.
Y la tarde, ya sin gente, nos recibe en cada beso.
Caminamos. Nos unimos cual la lluvia a un costado del camino.
¡Qué belleza! De tu brazo todo es lindo: las farolas empapadas y los brillantes pastizales. Sí. Me amas, y la emoción se va a los árboles.
La lluvia... hoy la lluvia hace al paisaje convertirse en un poema.
Tú me sueñas. Y yo siento que me llenas de cristal el corazón. Las palabras se asemejan al latido de tu pecho, y ya no hay manera alguna que separe lo que es nuestro.
Es la lluvia.
Es la lluvia la que limpia el perenne sentimiento, lo que ambos elevamos caminando por un sueño.
¡Qué tremendo...! ¡Qué gigante te hace un beso!
Ver que estás enamorada me hace hallar el paraíso, el sentido de la vida que libera el firmamento y aquello tan humano que ambos hemos construido.
Hoy te miro.
Hoy te sigo con mis ojos empapados por la tarde, siendo así como te nombro y no dejo de nombrarte. Y te digo que te amo como nunca había amado, que quisiera ir caminando contigo hasta el invierno, por siempre de tu lado, hasta el último que exista y sentir que nos amamos como nadie amó en la vida.