Qué triste cómo la ama
y no lo ama de vuelta,
le dolió hasta el alma
y se secó como piedra.
Cómo duele el puñal
enterrado en el pecho,
con semejante frialdad
de despiadado témpano.
Le arrancaron la cabeza,
la carne de los huesos,
le drenaron las venas;
despedazaron su cuerpo.
Muerto en vida camina,
y muerto en vida ama,
ama a la rosa prohibida
de espinas de oro y plata.
Qué triste cómo la ama
y no lo ama de vuelta,
más triste es su mirada,
porque allí aún la sueña.
—Felicio Flores