LAS DOS COPAS DE UNA NOCHE.
Un vino. Dos copas.
Tu mirada. El infinito. Y los dos por fin a solas.
Tú me miras. Yo te miro.
Un sushi en tu hogar. Unos platos en la mesa, cierta luz, cierta paz que ornan toda tu belleza.
Se quiebra el silencio con dos o tres palabras. Y yo que sólo pienso ser el centro en tu mirada.
¡Qué gloria el destino! Se pasan las horas, se abren los sentidos.
Dos copas. El vino.
Un perfume que te sigue y un cigarro compartido.
Me sonríes. Te sonrío.
Hoy la luna sigilosa, que pretende estar ausente, junta versos, junta cosas para luego complacerte.
Te regalo una canción y tú cantas a mi lado. Esta noche somos dos sin minutos, sin horarios.
Marca Marzo el calendario. Todo un año de silencio. Y me pienso entre tus labios sin forzar este momento. Sigo dándote mi canto, matizando con poemas, a pesar de estar pensando ser el beso que tú sueñas.
Me alegra tu sonrisa, el perfume que te ha envuelto. ¡Qué mágica es la dicha!... Y en nada queda el beso.
-¿Brindamos?
-Brindemos.
Otra copa. Tu vino.
Tu mirada. Las horas. Nuevamente sonreímos.
Tú me miras. Yo te miro.
Te quisiera dar un beso que a tu alma la levante, ser el guía de aquel sueño que me incita a conquistarte. Sin embargo no hago nada, simplemente te sonrío, ademanes y palabras solamente te dedico.
Y la noche vuela toda con soltura y eficacia, encontrándose la aurora por encima de tu casa.
Se va el vino. Se van copas.
Tu mirada. El infinito. Sin el beso de tu boca.
Tú me miras. Me despido.