Se desgarra el viento para callar mis latidos.
Camino, escucho, pienso: ¿será este mi destino?.
Se suicida la lluvia en su último intento de razonar lo vivido,
y en el árbol maldito contempló las cosas que siempre he querido.
Se marchita la tinta del último verso que pasó por mis venas.
Es esa misma tinta de la que están hechas todas las cosas que son bellas.
Y solo la tristeza y la pena marchan conmigo en esta rústica vereda,
las compañeras de aquellos que buscan modificar las pesadas cargas que llevan.
No es fácil abandonar el pedazo de cielo que aún guardas contigo,
mucho menos es fácil caminar por un infierno sin ningún sentido,
pero es imposible el seguirme aferrando a las cosas que nunca olvido.
Es imposible vivir una vida soportando en silencio el vacío.