Alfredo Saez

-El Camino de Santiago-

 

 

 

En el seco y polvoriento recodo del camino

suspira su aflicción, Santiago, el joven penitente

el que apenas siente rumoroso el frío celaje marino,

ávida en el ocaso solar, la gris nostalgia recurrente.

 

Van ya tres  años de la tan oscura y triste despedida,

sello del beso clausura en la procelosa rada porteña,

amor medroso de una cierta aventura nunca concebida

fragilidad del destino bascular de aquella pena extremeña.

 

Toma lloroso, sombra de las acacias, esas cartas ultimátum

lágrimas escritas  que aún mojarán las equívocas confesiones

cuando la benigna calma nocturnal quizás borre las aprensiones.

 

Daña áspero y filoso el agravio registral del tinto memorándum

mientras allá lejos titilan las luces casi olvidadas de su urbe devota,

nítida visión terminal de una meta ocluida en el ardor de la derrota.