Alberto Escobar

Pecunio

 

Byron consideraba vulgar recibir peculio
de sus escritos, y como él otros muchos
en su época. Ha de considerarse también
su desahogo económico aunque cargado
de deudas. 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un byron cualquiera.

 

 

 

 

 

 

 

 


Frente a la página en blanco
armo mis herramientas,
afilo espadas y rodelas,
repleto el negro tintero
y mojo la pluma de ave.
Frente a una página en blanco
me dejo desvenar como cerdo
en San Martín, abro fisura
en el alma, bocana al río
que me surge de las entrañas
repleto de plancton y clorofila.
Mancho —a veces— la inmaculada
virginidad de la inocurrencia
con frases fuera de contexto,
y otras veces —quizás las menos—
pareciera que un coro de querubines
baja alado para aventar un cálamo
que pronto se agrieta y respira
por la herida —paso página.
Frente a una página en blanco
me sumo en mi cenote para achicar
sentimientos, me dejo desbordar...
Todo lo que negro sobre blanco queda
permanece en el recuerdo, el momento
que me suspendo vale en dicha 
todos los dineros de cualquier ceca.
Todo lo tenéis a la mano.
Aquel que lo desee lo hará suyo
sin peaje ni terrazgo, y que lo disfrute
con el metal que he despreciado.
La suspensión y el éxtasis 
en el que me dejo diluir
es suficiente pago, 
no confundo precio y valor
—eso se lo dejo a otros.