Las pieles se van rasgando
mutua agresión de espacios
donde habitan los ojos evaporados
y el alma fluye como un mecanismo
de relojería.
Los papeles, ultimátum a la voz,
una forma de escribir latitudes inexpresivas.
Lo profundo hiere como un ave sin alas
descosidas sus puntas en el tenso mediodía.
Y el corazón, arrojado a la luz y al impacto
triste de las tolvaneras solares.
La piel rasgada está, pero yo vuelvo
a lo mío-.
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