Navegamos los polos con grandes barcos,
como siempre yo incómodo iba detrás
entre los cacharros dejados a tomar viento.
Era una noche preciosa, alucinante...
Descendíamos en ondas distantes como con tiempo
para echarse un cigarro entre cada una;
la marea traía un buen coraje para todos
excepto el cocinero raspón de latas
por un cuarto o un cartucho.
Todos menos yo que estaba ya aquí en mi encierro;
-tambien... negándome a la luz del sol
de los trópicos en los que estábamos varados,
o lo parecían, o lo parecía, aunque se veía
todo blanco allí en torno, incluso el barco
y el cielo eran del mismo color,
y el mar reflejando aquellas nubes.
Todo blanquiazul, incluso la capucha
del que se cubre ante la lluvia
que ve venir mientras amarra unas cuerdas
a su barquito entre dos las estrellas...
Y partido su corazón vagando a rastras
y sus ojos dos centellas
en el espacio sideral, visceral, original
como quieras llamarlo, de sus palabras
resonando en la noche en un nivel desolado
como poco, e invisibles los demás!