¿Y si esta noche te invito un café?
Ya sé que te fuiste
y que no has de volver.
Solo es grato escuchar
de tu propia persona que estás bien.
No hagas caso si al escuchar tu voz,
mis lágrimas comienzas a brotar,
estoy acostumbrándome a escucharlas, anunciándo el inminente final...
Por favor, no te levantes,
quédate un momento más.
Déjale a mis pupilas
la tarea de grabar,
la comisura de tus labios
y el contorno de tus ojos,
el color de tu piel
y tus gestos al hablar...
Aún me cuesta aceptar
que ya no sabré más de ti,
me cuesta soltar
a la persona que me hizo felíz.
¡Te necesito tanto!
¡ Cómo quisiera que te quedes hoy aquí!
Pero sé que no hay argumentos
que te retengan, debo dejarte partir...
Perdona si cada tanto
te traigo de nuevo hasta mi,
es mi alma la que te implora,
que no la dejes morir...
Ya no te detengo
con mis cursilerías;
fue lindo volverte a ver,
aunque sea en mis fantasías.
No te olvides el equipaje,
en ella te llevas mi alma,
mis sueños, mi vida.
Vete y, te suplico,
no mires hacia atrás.
Cierra esa puerta, llévate la llave
y piérdela por donde vas...