Yo no creía en la existencia del corazón.
Me decían que de allí brotan los sentimientos.
Y que estaba en el pecho, y que suspiraba,
y que amaba,
y que lloraba por una ausencia.
Incrédulo yo, no lo ubicaba.
Y advino a mi vida una presencia fuera de lo común, sin anuncio, sigilosa.
Eras tú.
De pronto en mi pecho inició un latido preocupante y presuroso,
comenzó a emitir voces que subían a mi cabeza,
que me provocaban sueños estelares.
Preocupado, concurrí a la ciencia,
escudriñé los confines de mi cuerpo.
El científico alarmado, me dijo que había nacido con un corazón en el pecho.
Empezó a latir desde el mismo instante en que te conocí.