Raiza N. Jiménez E.

¿Todo por una Flor\'

Ella:

Lo vi pasar una tarde

 y andaba muy alegre y elegante,

Él de su prestancia hacía alarde.

Pero no pensé en nada en ese instante.

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A mi puerta él desesperado tocó

procurándome una Rosa,

Una flor de mi jardín y la compró.

Era una Rosa muy hermosa.

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Esperaba que pidiera una nota,

para enviarla a una fulana.

Me miró y no escribió ni jota

 y muy apresurado sacó la lana.

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Cuál no sería mi sorpresa

al ver la Rosa en su ojal.

Eso es para agenciarse una presa,

pensé, mientras seguía en mi rosal.

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¡Qué hombre tan vanidoso,

válgame Dios y los Santos!

¡Ujum!, no debe ser muy generoso

y seguí escuchando mis cantos.

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Pero, al otro día el hombre volvió

a comprar una Margarita.

Me miró  fijo y se volteó,

diciendo: es para usted Señorita.

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¡Ay,  Caray! ¿Qué me le pasa

a este hombre?, ¡Qué se volvió

como paje e´ comparsa?

Así me dio la flor y ni me miró.

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Y allí, no quedaría el asunto,

porque volvió al otro día

a preguntar por un presunto;

 sin ni siquiera, dar los buenos días.

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Ella.-

¿Qué le pasa a Usted Señor?

Aquí no vive ningún presunto,

ha cometido un error,

acá tampoco hay asunto.

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Él.-

¡Usted no ha entendido nada,

mi  querida y apreciada señorita!

Yo compré la Margarita

para que fuera mi amada.

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Ella:

No tan de prisa Señor:

Si usted me quiere de amada

tiene que jurarme amor

y tener cuenta acomodada.

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Yo siembro las Margaritas

para procurarme el sustento.

Por eso, aún soy señorita

y ando buscando un portento.

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Y sí conmigo se quiere casar

tendrá que comprar el rosal,

a mi papá y mamá amansar

y hacerse cargo cabal.

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Él:

Yo le compro casa y  jardín

y usted cultiva Margaritas y Rosas;

y yo me cuido del carmín,

cuando visites a otras mozas.

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Ella:

¡Y Usted dijo: la vencí!

No sabe qué ya con otra lo vi.

Qué ya yo vine y que ya me fui

y, allí mismito  lo cogí.

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A un hombre tan elegante

hay que pedirle adelanto.

Un brillante por delante

y que esté de brinco y espanto.

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¡Qué se pensará este patán,

seguro, se cree un galán!

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