Es ella
cotidiana
que pliega los recuerdos
de su estribillo divino
doblando música como ropa de ceda
tan delicada con sus manos
tan llena de vida en cada segundo
que a su melodía le queda
o a su vida casi eterna
pero ella no se da cuenta
por ello no huye ni se preocupa
por ello no piensa en regalar sus lágrimas
al pasado degradado e incoloro
ni al viento embotellado del futuro
viento anti-romances
de esos que prometen y
no les queda más que cumplir
después de mentir
el que se rasga ante la puerta
del hogar de las prendas
de la gratitud
el que se rompe la voz
en dos o tres palabras
en tres o cuatro gemidos
ella sólo le canta al lugar en el que está acostada
pinta el racimo de estrellas que había en la madrugada
le escribe cartas de amor al frío de esta mañana
le pinta ciruelas dulces al atardecer de su vista cansada
baila hasta quedar dormida en la noche de su edad avanzada
le sonríe a la luz antes de ser apagada
se queda dormida sin decir más nada
así era cada mirada
de esa vieja artista
así era ella
cotidiana
era ella
cotidiana