En el místico silencio de la noche,
entre las cuerdas agudas de mi arpa,
explayo las más lindas melodías.
Notas del alma y junto emanan,
el líquido cristalino de mis ojos
Mirando al cielo pues ya baja,
la presencia pura de mi amada.
Hace tiempo le toco en esta fuente,
donde en tantos abrazos erigimos,
un amor tan puro que incorrupto,
en esa fuente de cristal juramos juntos.
Agua y amor; la fuente y corazones,
cual un místico enlace contertulio,
donde suaves encantan los sabores,
de dos almas en amartelado idilio.
Era mi amada secreta conocida
en un concierto privado de su clase,
donde mi arpa vibro como ninguna
dando mi cupido a su alma alcance.
Y esa linda fuente tras las charcas
fue elegido el sitio de las citas,
que entre el divino toque de mi arpa,
y el cristalino mágico de fuente agüita
a mi reina conquiste con suerte rara.
Sin saber que la fuente era divina,
que la esencia de los ángeles bajaba,
dando a la par de nuestros besos una brisa
y una paz que al amarnos relajaba.
Casi pude escuchar voces del cielo,
ordenando tocar de mis arpegios,
para amarla en las noches sin desvelo,
y poseerla con todos los apegos.
Una noche amarga en el castillo,
donde habitaba mi doncella,
fue asaltada por ladrones de Astudillo,
feroces se introdujeron con metralla.
A mi amor mataron por la espalda,
que corría hacia las charcas y a la fuente,
derramando su sangre en su agua clara,
roja y caliente llamó a Dios como ingrediente.
Y la fuente quedo más bendecida,
ahora el Eterno con ella se sumaban:
a la brisa de los ángeles caída,
y Dios con la sangre de mi mártir ya vertida.
Mis lágrimas se sumaron a esta fuente,
el tiempo que de luto lleva un vivo,
aún más, por ser tu amor quien llevo la muerte,
formándose un incomparable efluvio.
Y una noche; que llorando en la fuente fui dormido,
en sueño de amor llego su esencia hacia mi encuentro,
era la misma fuente, la misma agua y de mi arpa el fiel sonido,
dándome los besos que me daba, con voz divina puso acento.
Aquí te quiero amor todas las noches con tu arpegio,
vendré desde el cielo a nuestra fuente a escucharte,
ya no llores por mí, eso es muy necio,
ahora nuestro amor en eterno se convierte.
Desperté ya casi llegando madrugada,
el ultimo llanto seque de mis ojos en contento,
en felicidad por recibir el mensaje de mi amada,
y fui corriendo por mi arpa de convento.
Y ya después, el místico silencio de estas noches,
entre las cuerdas agudas de mi arpa,
explayan nuevamente las lindas melodías.
Otra vez, notas del alma y junto emanan,
con el líquido cristalino de mis ojos tan alegres,
mirando al cielo con su luna, pues ya baja,
en esta fuente de cristal, la presencia pura de mi amada. Fin
Lic. Isaías González Arroyo