Observo el pasar de las horas,
tras la lucida pantalla
que me recuerda que solo
faltan horas para la salida del sol
y el fin de la penumbra.
La oscuridad me mece
y arrulla entre sus brazos,
mientras me susurra que no eres tú,
que ya no eres tú.
Minutos corren al igual que
mis pensamientos abriéndose paso
de neurona a neurona,
llevando tu nombre en cada uno.