Anoche mientras caminaba por aquel paramo gigantesco que es el cosmos, acompañado por mi tristeza, mi soledad, el silencio y la tenue sombra de los planetas y las distantes estrellas que se proyectan en mi ser, comencé a recordar aquella bella mujer, y mientras seguía caminando pensativo y cabizbajo sonreí y al volver a la realidad y levantar la mirada la vi.
Ahi estaba ella, tan hermosa como siempre y tan radiante como nunca, se acercó, me dió un beso en la mejilla y me saludó, haciendo que aquella tristeza tan profunda desapareciera por un instante, y digo que solo un instante, pues al terminar aquella efímera conversación bajo la sombra de los abetos del bosque de Orión y despedirnos, mi pequeño mundo se volvió a tornar tenue y gris, haciendo volver esa tristeza tan profunda, tan seca, tan sórdida y vil.
Todo paso mientras caminaba bajo la constelación de andrómeda, de la mano con mi fiel compañera, la eterna y fría soledad.
Eternas lunas-.