Edad preciosa
aquella infancia
quizá con ocho años.
Todo era embeleso
la agenda del día:
disfrutar cada momento.
Descubrirlo todo, era la dicha.
Recuerdo gozoso
un día soleado
recoger muchas piedritas
llenando los bolsillos
y al regresar a casa
llamar a mi madre
buscando ayuda
para sacar de mis bluyines
mis tesoros.
Recuerdo su mirada,
de ternura y de paciencia,
al verme descubrir el universo
en los reflejos de colores
de cada roca diminuta
atesorada cual diamante
en mis repletos pantalones.