Si miras mi rostro
verás la cara de un niño
muy lejano
maquillado de edad
como una vitrina
de innumerables frustraciones
junto a un puñado de goces.
Siento que me arrancaron un gen
y lo extraviaron en el fichero
de los deseos
junto a tu sonrisa.
Solo en este mundo se sacrifica
la sangre
como un vacío,
como una historia
con lejanía,
como un dolor brujo
bajo un antifaz.
Y me río,
disque defendemos la sangre,
pero mientras más la amamos
más muerte le damos,
por el egoísmo,
la derrota
o el crimen,
que acaban con todo.
Tengo un zodiaco de amarguras,
una metrópoli de besos,
palabras enlatadas que
me han saboteando el alma.
Un tímpano abierto
a todos los clamores,
tanto de obreros
como de señores.
Todos tienen
culpas
que expiar.
El crepúsculo
habla de sus horas,
la tarde habla de sus noches
y el alba de su gloria.
Y aquí estoy con mi mano rebelde
y el corazón sincero,
mas viejo en edad,
pero más joven que el viento,
con la sapiencia a cuestas,
viviendo
con la revolucionaria tarea
de inmortalizar los sueños,
nadando en las olas
de ese viento
y gritando
sobre la indómita América
que mi tarea no ha concluido
y aún siento
el temblor de tu fe
y el aliento milagroso
de tus pasos.
JUSTO ALDÚ
Panameño
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