Entre el caos y la guerra,
entre los hoyos, la arena,
los lamentos de los hijos de eva,
la condena de la tierra,
nos tomamos por las caderas
una noche, dos,
para silenciar el mundo,
sin preguntarnos los nombres,
los pasados.
La reciprocidad de la paz,
de la necesidad del respiro,
de un segundo intactos ante en tacto,
con el fin de encontrar un refugio.
Nos guardamos en una colmena de fuego,
en el posible descenso de los dolores mundanos.
de los deseos,
de nuestras ganas.
Compartimos los cachos de carne
que espiritual nos acolchonan en un sueño
fuera de todo,
y enmudecen la conflagración.
El deseo sinónimo de calma
donde juntos eximíamos las dolencias.
En este espacio, en tu cama.
Moldearte
con la lengua entera
para habitar
en el vórtice de aire que se genera en tu nariz
cuando mi boca te toca las piernas.
Las palpables sombras que
se apoderan de un desierto
que se inunda de lívido
porque tenemos sed.
En el escondite del vino,
nadando en la compañía de nuestras soledades,
Salvándonos de todo, incluso del amor.