MI GRAN DEFECTO
Si es que alguien me lastima impunemente
no puedo nunca ver con claridad
si fue un error o fue siendo consciente
el acto al destruir la dignidad.
Tal vez al ver la herida permanente
me socava el deseo y voluntad,
mas juro que no puede estar ausente
el rencor cuando crece con la edad.
Y aunque intento correr una cortina
o subir el telón de la cordura,
no hay caso, el dolor está en la esquina.
No puedo perdonar, no tengo cura
para esta enfermedad que patrocina
al odio, a la ojeriza y la locura.
Si entonces me lo jura,
podré pensar en noches de verano,
pero asilo invernal habrá en mi mano.