Dulce pecado
ese de besar tus labios,
deleitarme en tu sabor
y de tu perversión ser esclavo.
Dulce pecado
aquel de penetrar la armadura,
esas que los miedos usan
para esconder tu osadía pura
Dulce pecado
desgarrar tu inseguridad,
y, sigilosamente,
desnudar tu debilidad.
Dulce pecado
devorarte a paso lento,
calmando mis tormetos
con tus tiernos sentimientos