Condenada a vivir amándote,
en este pusilánime letargo
que me sabe a limón amargo;
las horas se desvanecen
contigo en mi pensamiento.
Condenada a vivir deseándote,
en esta terrible oscuridad
que solo se esfuma si estas
aquí, conmigo, con tu voz,
traspasando mi eternidad.
Condenada a vivir extrañándote,
pidiendo que ya se acabe
este tormento de no tenerte,
a sabiendas que es en vano,
en el infinito etéreo buscarte.
Condenada a un dolor inacabable
de saberte fuera de mi espacio,
perdido en tu propio universo;
mundos paralelos inconvergentes,
donde el anhelo se niega a fenecer.